Esta es una meditación única y exclusivamente para quienes ya han practicado todo lo anterior, no me canso de decirlo, pero todas estas meditaciones “especiales” se hacen de forma gradual. Encendamos el incienso, relajémonos en un lugar que nos guste, posiblemente al aire libre ( terraza, jardín o en la playa) Nos quedamos un momento para observar lo que nos rodea, escuchamos los ruidos, sin molestarnos, es más, los apreciamos, aunque sean desagradables (fábricas, máquinas, motores,etc) Después imaginamos un río limpio, con agua cristalina, sabiendo que desemboca en el mar del universo, donde todo existe (llamémoslo Piano Akásico, para los que no saben lo que es, llamémoslo el mar del infinito). Tomamos un nuestro miedo con las manos, imaginarlo vivo, considerando que los miedos están vivos y se sienten, y colocamoslo en una bonita canasta hecha por nosotros con hojas, juncos trenzados, flores y una pequeña vela.

Observamos este miedo en todos sus detalles, y luego con amor, porque lo hemos creado nosotros mismos, lo encomendamos al río. Y observamos como la canasta con la luz de la vela y nuestro miedo adentro, se aleja de nosotros, silenciosamente y se va, hasta que la llama se convierte en un puntito brillante que finalmente desaparece, meditemos en este hecho. Lo hemos confiado hasta el infinito, ya no está en nosotros. Nos quedamos un momento en este bienestar, esta liberación y si nos sentimos fuertes hacemos lo mismo con otro miedo, de lo contrario tomamos tiempo y esperamos el momento adecuado para volver a hacer este ejercicio con otros miedos, fobias o traumas. Lo hago a menudo y les aseguro que es hermoso, una maravillosa liberación.

Me lo enseñaron en la India y la primera vez que hice este ejercicio en Varanasi (Benhares) encomendé mi canasta al río Ganges, pidiendo que se llevara algunos miedos y feos recuerdos y me concediera ciertas gracias que poco a la vez se me han concedido

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *