Introducción
Hoy voy a empezar una serie de artículos para dar a conocer una a monja benedictina, Santa Hildegarda de Bingen, que nació en el 16.09.1098 y murió el 17.09.1179. Fue una mujer de gran cultura y es considerada por muchos expertos como la madre de la historia natural.
Fue compositora, filósofa, científica, médica, pintora, naturalista, escritora, mística y profetisa.
Empezó a tener visiones desde muy pequeña, y muy confundida por estos acontecimientos, a los 42 años escribió una conmovedora carta a Bernardo de Claraval, un ilustre monje cisterciense considerado uno de los hombres con mayor reputación espiritual de aquello tiempos:
“….Padre, estoy profundamente perturbada por una visión que se me ha aparecido por medio de una revelación divina y que no he visto con mis ojos carnales, sino solamente en mi espíritu. Desdichada, y aún más desdichada en mi condición mujeril, desde mi infancia he visto grandes maravillas que mi lengua no puede expresar, pero que el Espíritu de Dios me ha enseñado que debo creer. […] Por medio de esta visión, que tocó mi corazón y mi alma como una llama quemante, me fueron mostradas cosas profundísimas. Sin embargo, no recibí estas enseñanzas en alemán, en el cual nunca he tenido instrucción. Sé leer en el nivel más elemental, pero no comprenderlo plenamente. Por favor, dame tu opinión sobre estas cosas, porque soy ignorante y sin experiencia en las cosas materiales y solamente se me ha instruido interiormente en mí espíritu. De ahí mi habla vacilante. […] Hildegarda a Bernardo, abad de Claraval
La respuesta fue muy clara :“reconocer este don como una gracia y a responder a él ansiosamente con humildad y devoción”
Escribió varios libros y nos ocuparemos de un Tratado que fue llamado Physica de Santa Hildegarda, donde explica la utilidad de una veintena de piedras para la salud de los hombres.
Son remedios sencillos que no quieren sustituir los conocimientos de los médicos, sino completarlos. Estamos hablando del siglo XII y es asombroso que esta mujer de nula educación académica (ella afirmó que solo le habían enseñado a leer y escribir para practicar el Salterio o recitación de los Salmos) pueda revelar un conocimiento de la realidad física tan avanzado. Ella afirma que a los 43 años le invadió la Luz Viva, el Espíritu Santo, que le dictó durante décadas varios libros sin dejarle poner una sola palabra de su cosecha.
Sabemos que escribió piezas de música sin haber nunca estudiado esta arte, que utilizó una lengua para ella desconocida y libros de medicina, sin haber nunca estudiado o haber estado a contacto con médicos.
Nosotros vamos a ocuparnos del Lapidario, que habla de 25 piedras.
Ya desde Teofrasto (327-287a.C.), discípulo de Aristóteles, que se ocupó de estudiar 16 piedras, sabemos que estas actúan sobre otras materias y tienen eficacia medicinal.
Desde ya muchos años se practica con éxito en varios países la medicina hildegardiana.
En la segunda mitad del siglo XX se descubrió que el paso reiterado de un haz de luz a través de un rubí terminaba por filtrar una luz de frecuencia única, monocroma, con propriedades muy distintas a la luz solar y desde entonces se utilizan diversos tipos de láser para distintas aplicaciones, también sobre el cuerpo humano.
Según Santa Hildegarda, el hombre y el cosmos se influyen mutuamente y las piedras preciosas tienen poder sobre el aura de los hombres.
Voy a reportar aquí una reflexión de las personas que han preparado la edición del libro que poseo y que se intitula “El libro de las piedras que curan” de Santa Hildegarda de Binguen:
[…Mientras preparábamos esta traducción nos hemos preguntado muchas veces si la curación con piedras es una cuestión de fe y, si la acción (la virtus) de la piedra depende de que uno crea que puede curar. Según nuestra modesta experiencia, no lo es. Estas piedras curan en cierto modo como la aspirina, que lleva siglo y medio quitando a la gente el dolor de cabeza, sin preguntar si el doliente cree o no en ella. No sabemos porque curan estas piedras, pero eso no importa. La mayoría de nosotros tampoco sabe por qué curan las aspirinas.]
En el próximo artículo hablaremos o, mejor dicho, Santa Hildegarda nos hablará de la esmeralda.
Libro traducido del latín por Rafael Renedo Hijarrubia, edición preparada por José María Sánchez de Toca
Me encanta, como cada una de tus publicaciones, eres muy amable por darnos a conocer esta información, que la mayoría de los mortales no investigariamos nunca pero que rematadas por ti, nos bebemos la información, muchas gracias
Muchas gracias, intento compartir lo que voy descubriendo. ¡Hay tanto que conocer y sabemos tan poco! Tus palabras me animan a continuar. Un abrazo.